lunes, 24 de octubre de 2011

Primeras interacciones (II)

Sin embargo, amigos, no todas las interacciones con el retoño son positivas. A las interacciones que podríamos llamar "afectivas" preceden aquellas otras a las que podríamos denominar "imperativas", y que normalmente son del tipo 'él se caga, tú le cambias' o 'el llora, tú te jodes y no duermes'.

Empecemos por las primeras. El momento de cambiar a un recién nacido es al mismo tiempo tenso y asqueroso, aunque sea el tuyo. Oiréis miles de leyendas sobre esto a familiares y amigos, como "la caca de tu hijo no huele" o "en cuanto le cambies dos veces, ya te habrás acostumbrado". Mentira, es todo una falacia. El primer contacto con las deposiciones de tu vástago se produce a las pocas horas de nacer, cuando tú aún no sabes qué es una toallita o por dónde cojones se abrocha el pañal y desconoces que nunca, y digo nunca, debes escurrir la esponja en el barreño con agua tibia después de haber hecho una primera pasada por el culo del niño.

Bien, cuando estos principios aún no están lo suficientemente asumidos, llega el famoso meconio. Vale, acepto que no huele. Y también que es algo natural e incluso sano para el bebé. Pero por dios, ver que del culito de tu hija que apenas conoces sale una sustancia negruzca y viscosa más parecida al chapapote del Prestige no mola nada.

El segundo paso es 'qué coño hago con esto'. En mi caso, con la sufrida madre recuperándose de la cesárea, tocó hacer de tripas corazón y encarar con valentía y estoicismo el primer cambio de pañal. A juzgar por la bronca que me echó la enfermera no debí hacerlo excesivamente bien. Ahí va un consejo. Si el pequeño está orinando, no es buena idea cogerle por las axilas como si fuera El Rey León, suele salpicar.

Los cursos de preparación al parto tampoco son muy útiles en este sentido. El momento tiene miga, un cara a cara entre tú y la deposición, con los movimientos espasmódicos e impredecibles del niño para añadir un poco más de dificultad al asunto. Es la primera vez que estáis a solas tú, tu bebé y el meconio, rodeados por un ejército de toallitas, compresas, esponjas, palanganas, pañales (por si no atinas a la primera) y, normalmente, una legión de familiares que tienen mucha curiosidad por ver cómo haces el ridículo, lo cual con tanta presión, suele suceder.

Con el tiempo, el cambio de pañal se convierte en algo cuasi rutinario. La dificultad disminuye de forma inversamente proporcional al asco que van generando las deposiciones, fruto parece ser del cambio de alimentación.

En el próximo capítulo: el sueño o qué cojones hay que hacer para volver a dormir 5 horas del tirón.

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