jueves, 24 de noviembre de 2011

Oda a los abuelos

Si no existieran, habría que inventarlos. Los abuelos han pasado de ser pilares básicos para los pequeños a convertirse, además, en apoyos indispensables para los padres, no sólo por la ternura y el amor incondicional que profesan al niño/a, sino también por la predisposición a comerse cualquier marrón que les pueda venir encima para descargar a los sufridos progenitores. Y además con una sonrisa, que tiene perendengues.

El curro que desempeñan y la felicidad con la que, constantemente, lo desarrollan, es digno de la más profunda admiración. Nunca hay un no, nunca hay una pega, jamás una protesta, siempre buenas caras y babilla cayendo allí y allá cuando están en compañía de la peque (al menos este es nuestro caso, que habrá más tipos de abuelos que longanizas, supongo).

El caso es que no podía dejar pasar la oportunidad de reconocer y agradecer en este modesto espacio la influencia que tienen hoy en día los abuelos y abuelas y la contribución, inestimable se mire por donde se mire, a la estabilidad familiar. Porque de hecho, en muchas ocasiones de no ser por ellos y por el desahogo que nos ofrecen, esta bonita experiencia de la paternidad podría terminar como el rosario de la aurora.

Hay quien dice que no es bueno abusar de ellos, que pueden influir negativamente en la educación de los enanos (ya se sabe de la tendencia que tienen a 'malcriar' al pequeño), pero lo cierto es que yo estoy encantado y muy orgulloso de que los cuatro, aquí presentes junto a estas líneas, puedan influir en la educación de mi niña. Si es así, si el tiempo que pasan con ella afecta a la formación de su personalidad, seguro que Adriana será mucho mejor persona. Y por extensión, nosotros, sufridos padres que abusamos de su predisposición para poder 'respirar' de vez en cuando, también lo seremos.


Insisto, abuelos, si no existierais, habría que inventaros. Gracias por estar ahí, siempre, sin condiciones.

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