martes, 11 de diciembre de 2012

Juré que nunca lo haría


Desde que tuvimos noticia del embarazo y la próxima llegada a nuestras vidas de Adriana, me prometí que yo nunca caería en esto. Veía a otros padres perder el control de sus actos en determinadas situaciones y terminar haciéndolo, pero yo me juré y me perjuré que nunca me pasaría, que jamás le haría a mi pequeña pasar por esto.

Es difícil controlar algunas situaciones de nuestras vidas que nos sobrevienen de repente y apenas podemos asumir y asimilar. Conceptos y comportamientos que pensamos que nunca tendremos y que jamás focalizaremos hacia nuestros pequeños, nos sorprenden de repente y terminamos pagándolo con ellos, sometiéndoles a situaciones como ésta que son dramáticas en definitiva.

No es justo, no es lícito y, por supuesto, no es bueno para ellos. Yo bramaba a los cuatro vientos cuando veía a otros padres hacerlo. Les criticaba, les odiaba por ello. Ahora, me he convertido en uno de ellos. Sí, yo también he caído. A mi también me ha pasado. A Adriana le gusta Bob Esponja.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Urgencias


Definitivamente, padres y madres no somos iguales. De hecho, si así fuera, este blog no tendría ningún sentido. Muestra inequívoca de ello es la distinta capacidad que unos y otras tenemos para afrontar los momentos complicados que se suceden en el día a día. No digo que ellas sean mejores, ojo, digo que son distintas. Qué coño, son mejores.

Entremos en situación. Padre de naturaleza resolutiva (no tiene porqué ser mi caso) y decidido, que encara con determinación los problemas del trabajo y de la vida, que tiene una capacidad innata para desenvolverse con naturalidad y firmeza en momentos peliagudos, pero que se convierte en Pepe Viyuela cuando tiene que llevar a su pequeña hija de dos años a urgencias.

La cosa se complica desde el momento en el que la niña empieza a dar muestras inequívocas de tener fiebre. El primer paso suele ser que el padre aproveche el momento preciso en el que la pequeña va a vomitar para intentar llevarla desde la cama hasta el baño, separados por una considerable distancia que se hace mayor en estos casos (os la tengo jurada, arquitectos de pacotilla). Bien, entre ambas estancias suelen situarse obstáculos tales como cómodas o alfombras, muy susceptibles de resultar considerablemente impregnadas en el caso de que intentes transportar en volandas cogida por las axilas a una niña de dos años vomitando a cascoporro.

La situación no mejora en el coche. La pobre criatura, vestida para la ocasión (en situaciones de emergencia sanitaria el papá opta, siempre, por ponerle la primera ropa que encuentre, y esto incluye normalmente ponerle el gorro del revés) realiza el viaje de ida al hospital al filo de la navaja, con ojillos de circunstancias debido a la fiebre y flipando ante el caos organizativo del padre. Éste, por su parte, conduce a toda leche con un ojo en la carretera y el otro en el retrovisor, implorándole al cielo que la próxima bocanada se demore al menos hasta llegar al destino. La tensión es máxima, se masca la tragedia.

Si finalmente las alfombrillas salen indemnes, es hora de llegar al mostrador de Urgencias y balbucear ante la atónita mirada de la administrativa. En estos momentos no se sabe bien quién de los dos, padre o hija, es el enfermo. Tampoco queda claro quién de los dos es el que está aprendiendo a hablar. Tras una ingente lucha dialéctica, finalmente al padre le queda claro que debe ir hacia las puertas blancas de su derecha y girar a la izquierda, hacia donde pone “urgencias pediátricas”.

Tras esperar un buen rato en un pasillo, el nervioso padre decide echar un vistazo (los hombres no preguntamos, ya sabéis) y localiza una sala de espera donde, por lo visto, debe sentarse a esperar. 

Cuando el pediatra nombra a la pequeña, el progenitor sale a la carrera, pisando al resto de pacientes, tropezándose con la puerta, y consigue finalmente llegar a la consulta. El galeno le ordena que desvista a la pequeña, otra ardua tarea (dónde están las madres cuando se las necesita) y procede a examinar a la enferma. El padre, mientras, se pasea por la habitación preguntando “¿está bien?”, “¿qué le pasa?” o “¿es grave doctor?” a lo que el pediatra responde con un angustioso silencio.

Finalmente, tras el diagnóstico y la emisión de recetas, toca desandar el camino, visitar la farmacia, colgar en la nevera las indicaciones del médico para no olvidarlas y rezar para que mamá vuelva pronto.

La niña está bien, gracias.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Votad que es de gratis!


Hola a todos/as

En mi inmensa modestia, he decidido participar en los Premios 20Blogs que organiza 20 Minutos.

Como soy torpe de cojones, no soy capaz de poner el código html para que podáis votar  que me quede bonito, así que os pongo aquí un enlace por si tal.


Conste que no lo hago por el premio de 5.000 euros, porque el dinero me sobra y no es lo que me motiva en esta vida. Pero vamos, que una cenita cae si gano eh?

Las votaciones empiezan el 14 de diciembre, así que os quiero ver a todos con el dedito listo para darle al botón de votar sin compasión.



Vamos que nos vamos, dale aquí!!!

Besos!!

PD: La foto que pongo de Adriana es para daros pena, sí.

martes, 30 de octubre de 2012

La última lección


Hoy, 30 de octubre de 2012 y sin que sirva de precedente, es momento de una reflexión seria y contundente. La culpa de ello la tiene Randy Pausch, para los que no le conozcáis, autor del libro “La última lección” (podéis buscar en youtube su participación en el programa de Ophra o su charla en una conocida universidad norteamericana, merece la pena). Hoy le he descubierto gracias a Ana.

Randy, ya fallecido, aprovecha sus últimas semanas de vida para impartir charlas sobre cómo afrontar estos últimos momentos. Enfermo de cáncer y en estado terminal, decide escribir un libro y recorrer EEUU para dar eso, una última lección sobre lo idiotas que somos por preocuparnos por tonterías, por condicionar nuestra vida a variables absurdas y a materialismos sinsentido. Dejamos por el camino amigos, conocidos, parejas, familias…. Malgastamos la vida en labrarnos un futuro que quizá no llegue nunca. Malgastamos el día a día en ocupaciones y preocupaciones que no conducen a nada, dejando a menudo de prestar atención a esas cosas que realmente merecen la pena en la vida, como ver crecer a nuestros hijos.

Yo, después de ver esto, decido vivir, decido disfrutar con cada sonrisa de Adriana, decido estremecerme con cada beso que me dé, decido emocionarme con cada palabra nueva que aprenda y decido achucharla cada vez que pueda. Porque quizá esa sonrisa, ese beso, esa palabra o ese achuchón sea el último. 




miércoles, 26 de septiembre de 2012

Una historia de amor


Como cada tarde, se disponía a prepararse para su puntual cita. En el último mes, las visitas se habían vuelto frecuentes, rutinarias, casi obligadas, pero no por ello dejaban de despertarle una emoción y un cosquilleo en el estómago comparable a pocas cosas que hubiese podido experimentar. Después de un copioso almuerzo y un breve y reparador sueño para recuperar fuerzas, se calzó sus zapatillas blancas y salió a la calle, bajo el abrasador sol de agosto, dispuesta a recibir su correspondiente dosis de adrenalina.

Las calles aparecían semidesiertas. Pocos se atrevían a caminar a estas horas de la tarde. Pero ella no temía al calor. Ni al frío. Ni al cansancio. En realidad no le tenía miedo a nada, salvo a una cosa: la posibilidad de que, por alguna extraña circunstancia que con toda seguridad no alcanzaría a entender, su cita se pudiera posponer.

Sin embargo, hoy no sería ese día. Caminando lentamente, inició el largo trayecto que habría de llevarla ante él. Con la frente perlada de fino sudor y movida por el creciente ritmo cardíaco, se aproximó poco a poco, paso a paso, hasta que pudo contemplar su figura proyectada a contraluz. Allí, majestuoso, se alzaba él. A pocos metros de ella, separados por apenas unos pasos, las miradas se encontraron. Sus ojos se entrecerraron mientras a su boca asomaba una leve sonrisa, mezcla de satisfacción, admiración e impaciencia. Allí, al alcance de su mano, estaba él. Frío bajo el incesante calor, como un pequeño refugio en un día de lluvia.

Después de admirarle durante un breve instante, ella avanzó despacio, con la mirada fija, y entonces, decidida, por fin le habló: ¡¡¡¡¡¡¡“El pagqueeeeee”!!!!!  



lunes, 17 de septiembre de 2012

Se nos hace mayor


Pues han pasado 22 meses ya, que se dice pronto. Tengo este espacio un pelín desatendido, pero es que la evolución de Adriana sigue su curso, y ello conlleva un no parar, que os voy a contar que vosotros no sepáis.

Repasando los últimos posts publicados me he dado cuenta de que, efectivamente, hay muchas cosas que se me han quedado en el tintero. Para empezar, hemos logrado superar el problema de las comidas. Se han reducido considerablemente los tiempos y la hora de comer (desayunar, merendar o cenar) ha dejado de ser un calvario para ser simplemente un pequeño via crucis. El motivo, que la sinvergüenza ha descubierto lo que mola la cara de cabreo de papá/mamá cuando, después de engullir el rancho correspondiente, lo vomita sin motivo aparente.

En aquellas ocasiones en las que opta por no vomitar, la comida transcurre con cierto dinamismo y buen rollo. Prueba semisuperada.

El ritmo. Bien. Una vez Adriana maneja a su antojo el arte de caminar y correr, se ha dado al increíble y maravilloso mundo de trepar. No hay obstáculo que se le resista, ni columpio lo suficientemente alto. Por cierto, hablando de columpios, y para que quede para la posteridad. Su primera frase completa con sujeto omitido y predicado, pronombre, verbo y complemento indirecto es ésta: “Me voy al pagque”, donde “pagque” es “parque”. La frase admite variaciones, del tipo “Mamá, me voy al pagque” o “asjaskraskra al pagque”, donde “asjaskraskra” ha de entenderse como “he estado” o “quiero ir”.

Paso a narrar un domingo cualquiera en la vida del padre. Alrededor de las 10:00 horas, con suerte, el pichón irrumpe en el dormitorio, ya desayunada (gracias a mamá, santa paciencia y madrugando como la que más) al grito, y digo GRITO, de “Papaaaaaaaaaaaá”. Una vez levantado y tomado el pertinente café bebido, toca limpieza general (yiiiiiiiiihaaaaaaaaaaa!!!!!) La faena, guantes de latex en ristre, se prolonga por espacio de un par de horitas, mientras la enana permanece ajena a todo ello juega que te juega.

Una vez la peque ha comido (otra vez gracias a mamá), toca que coman los mayores. Llega el momento de la siesta, de la que suelen disfrutar simultáneamente madre e hija mientras el padre, que no termina de ajustar sus horarios al resto de la manada, aprovecha para rentabilizar Gol TV (que ha subido de precio, oiga). Sobre las cinco de la tarde, y con las dos mujeres aún durmiendo, papá se va a currar un poco, que los fines de semana suele haber faena. Regresa alrededor de las 19:00, le esperan ambas ya despiertas, merendadas y aseadas para el paseo dominical, que inevitablemente desemboca en el “pagque”. Hacia las 20:30, momento del baño y de esa interacción paterno-filial que también ha evolucionado en las últimas fechas. Adriana ya conoce, reclama y repite hasta la extenuación, el nombre de sus compañeros de juegos, a saber “Pugpo”, “Pato”, “Coco”, “Tella”, “Ena” y “aagrjhasgra de ajraraei”, donde “Pugpo” es “Pulpo, “Pato” es “Pato”, “Coco” es “Cocodrilo”, “Tella” es “Estrella de mar”, “Ena” es “Ballena” y “aagrjhasgra de ajraraei” es “caballito de mar”.

Terminado el baño, toca la cena y, terminada la cena, toca limpiar lo vomitado, que suele incluir restos de la comida y la merienda. En definitiva, he terminado por echar de menos las resacas. 

lunes, 30 de julio de 2012

Terapia


Que no hay manera oye, que por más que uno lo intenta la hora de la comida (extensible a desayuno, merienda y cena) es un auténtico calvario. Se queja, se retuerce, se levanta de la silla... el hambre no hace mella en ella y termina por desesperar al progenitor que en ese momento sea portador de la cuchara (o tenedor, en su defecto). El paso del líquido al sólido está resultando de lo más traumático. ¿Solución? Hay que hacer terapia.

Y funciona, válgame dios. Asesorados por una profesional conductista al más puro estilo Supernanny (aunque más joven y con menos cara de estreñida), hemos empezado a poner en liza ciertos conceptos encaminados a reconducir el comportamiento de la enana. Al parecer, la criatureja de 20 meses de edad tiene por objetivo tocarnos los perendengues, y para ello utiliza el momento que más nos estresa, el momento de la comida. Lo hace, según dice, para llamar nuestra atención, como si no la captara lo suficiente durante el resto del día. El caso es que debemos marcarle límites, que aprenda a que los que mandan en casa somos nosotros. Con un par.

De momento la cosa marcha, con algún que otro sobresalto. Hemos pasado de una media de 100 cucharadas por potito a apenas 20, reduciendo considerablemente el tiempo empleado. Ahora sí, continúa echándonos pulsos a la menor ocasión para medir nuestra paciencia y, obviamente, nos gana por goleada.

El cambio, no obstante, es apreciable, aunque hemos empezado a confirmar nuestras sospechas de que, tras ese rostro angelical, se esconde la próxima presidenta de la Comunidad de Madrid.

martes, 12 de junio de 2012

Agobios


Vaya por delante que mi amor hacia Adriana es innegociable e incuestionable. Tened esto presente durante las próximas líneas, no vayáis a pensar por un casual que soy mal padre o que reniego de ella, nada más lejos de la realidad.

Llega un momento en la vida, especialmente del hombre, en el que se tiene que enfrentar a sus miedos, en el que debe mirar cara a cara a sus fantasmas y tratar de derribarlos, de vencerlos, de superarlos, de mandarlos de vuelta al armario. Ese momento en el que un hombre, un padre, debe coger el toro por los cuernos, armarse de valor y encarar con determinación ese instante tan temido durante meses, esa cita ineludible con sus terrores: Pasar un día a solas con el niño.

Hablamos de un niño, niña en este caso, que ya ha superado el año y medio de vida, con todo lo que ello conlleva. A saber: gritos, baile de San Vito, curiosidad incontrolable por todo aquello perjudicial para su integridad física (enchufes, salientes….) o para la integridad mental del padre (mandos a distancia, móviles, consolas….); negativa a ingerir cualquier alimento de naturaleza sólida con la capacidad añadida y recién aprendida de escupirlo; capacidad innata para generar dolor de cabeza repitiendo hasta la saciedad el término “papaaaaaá” superando con creces los decibelios legalmente establecidos en la Ordenanza de Protección del Medio Ambiente; alteración del sueño de tal manera que rara vez coincida con los momentos de letargo del progenitor…. Y un largo etécetera.

Este temido día comienza a rumiarse en la mente del sufrido padre desde que tiene conocimiento de su proximidad. Cuando le es comunicada la situación, con una antelación de más o menos una semana, automáticamente se encienden las alarmas y comienzan a agolparse en su mente las excusas, por lo general inconexas e injustificables, de tal manera que sólo acierta a balbucear frases del tipo “no es que yo…” o “es que creo que….” que no surten el efecto deseado.

Finalmente, llega el momento en el que padre e hija se ven abocados a pasar un día juntos, el primero de muchos, pero como pasa habitualmente las primeras veces no suelen ser satisfactorias para casi nadie.

La criatura, normalmente perezosa para despertarse y remolona hasta hacer llegar tarde al sufrido pater día sí y día también, decide en esta ocasión despertarse como unas castañuelas a las 8:00 AM ante la incredulidad de éste. Mal empezamos. Al despertar sigue el momento del desayuno. Una hora y cuarto de pelea, cuchara va cuchara viene, para intentar que el gremlin (el bueno, ojo) se coma la mitad de lo preparado, mientras el café que papá se ha preparado se enfría sin remisión. Una vez concluida la primera misión sin completar, la criatura decide echarse una cabezadita ante la perplejidad del padre, que acaba de tomarse el café helado y no puedo pegar ojo. Cuando lo consigue, pasadas unas dos horas, la niña se despierta y retoma los gritos. Toca jugar.

11:15 AM: Hora de bajar al parque. Aprovechando las bondades climatológicas, papá decide intentar cansar a la cría. La cambia, la viste, la unta de crema solar, hace acopio de palas, rastrillos y cubos y cual gitano de romería se decide a partir rumbo al arenero. Una vez allí, monta el chiringuito para comprobar atónito una vez más como, pese a contar con un sinfín de juguetes de todo tipo, la pequeña guindilla opta por jugar con la tapa de registro de una alcantarilla y por comerse la arena a puñados.

11:45 AM: Ante la imposibilidad de controlar los arrebatos de la niña, papá decide sacarla del arenero y probar en terreno solado. Inútil, la pequeña cambia la arena por las hojas secas y las colillas que ocasionalmente encuentra. Momento de regresar a casa.

12:30 PM: De vuelta a casa, toca coger a la enana por los pies y ponerla boca abajo hasta que suelte el último grano de arena. Entre gritos y movimientos hiperactivos, papá decide dejarla un segundo en su minicuna habilitada como zona de juegos mientras prepara la comida.

12:45 PM: Sentados a la mesa, comienza el ritual de la comida. Ella sentada, con su ordenador de juguete delante, mientras papá comienza a perseguir su boca cuchara en ristre intentando acertar con la mínima abertura. Con un porcentaje de acierto que apenas alcanza el 20%, la lucha se prolonga por cerca de hora y media.

14:15 PM: Hora de la siesta. Por los cojones. Ni sentada, ni tumbada ni en su minicuna. La criatura diabólica quiere jugar por los exteriores de su entorno habitual. El juego consiste en tirarlo todo al suelo, en meter la mano en el video, en darle golpes a la televisión con el mando a distancia del DVD o en tropezarse y darse de bruces con las patas de la mesa. Papá, que aún no ha comido, asiste estupefacto al show y duda entre quién de los dos debería salir despedido por la ventana. Se reprime y consigue que, un buen rato después, la niña se duerma.

16:00 PM: La niña se duerme.

16:30 PM: La niña se despierta. Vuelta a la hiperactividad. En esta ocasión la acción se centra en el gato. El animal huye despavorido cada vez que Adriana se le acerca, pero Adriana no entiende la indirecta y se dedica a perseguirle por toda la casa al grito de “apo apo” (guapo guapo para los que no tengáis niños). La batalla concluye sin incidencias reseñables, salvo por el dolor de espalda de papá.

18:00 PM: Hora de la merienda. Acontece sin mayores problemas, gracias al Señor.

19:00 PM: Mientras papá intenta ver la segunda parte del Francia-Inglaterra, Adriana tiene planes mejores. Estos pasan por a) hacerse caca b) esparcir por el suelo del salón todas las pequeñas y coloridas fichas de un bonito puzzle c) elevar un poco más el tono de los gritos y d) continuar con la acción anterior de intentar meter los dedos en los enchufes y golpear la pantalla del televisor.

19:45 PM: Toca baño. El momento más tranquilo del día, en el que padre e hija se relajan y disfrutan de su mutua compañía.

20:15 PM: Se jodió la tranquilidad. La niña decide que ya está bien de agua por hoy, y que hay que seguir jugando. Las actividades varían poco con respecto a las anteriormente citadas.

21:00 PM: Cena. Divida en tres partes, concretamente potito, tortilla y postre. La primera parte se completa en tiempo y forma. Con las dos siguientes la tortura se acentúa. Con la tortilla esparcida por todo el salón y una octava parte de la pera ingerida, papá decide rendirse y da por concluido el banquete.

22:30 PM: Mamá llega a casa después de un largo día de trabajo. La pequeña, que estaba a punto de caer dormida, se reactiva al notar su presencia. Papá presenta su dimisión temporal como progenitor responsable. 

jueves, 17 de mayo de 2012

Juegos de mayores


Bueno, Adriana ha cumplido un año y medio de vida. Así como el que no quiere la cosa, entre pitos y flautas, son ya 18 meses desde que aquel día 11 de noviembre de 2010 le vimos por primera vez esa carita. En aquel momento, creo que ya lo comenté en su día, con apenas 20 minutos desde que abandonara el vientre materno su expresión era de tranquilidad, de serenidad, de calma chicha en definitiva, como ha quedado de manifiesto en estas últimas fechas.

Su apariencia angelical y sosegada ha ido dejando paso, poco a poco, al torbellino de niña que empieza a ser ya y que comienza a atisbarse a pasos agigantados. Lo de andar ya está más que superado, ahora el objetivo es correr. Los accidentes contra picos de mesa y salientes varios han disminuido considerablemente, y los ha superado, al menos hasta la fecha, sin puntos de sutura.

La capacidad expresiva sí ha sufrido una evolución más que destacable, sobre todo en volumen. Los discursos que se monta son dignos de mención y destacan, por encima de todo, por la variedad de sonidos empleados, como grrruppppppjaaaaffffff o prrriiigggghhtttyyyyyfg. Al margen de esto, hemos sufrido un leve retroceso en el tema “papá” y “mamá” que nos lleva a que ahora tanto papá como mamá sean “mamamá”.

Repetimos cual lorito palabras que escuchamos quién sabe dónde -las últimas son “doctor”, “pulpo” (le tira Villagarcía como no podía ser de otra manera) y un preocupante “ostia” que le escuchó a su padre (mamamá para los amigos)-.

Pero sin duda donde ha experimentado una mayor y más rápida evolución ha sido en los juegos. Las pelotas de plástico, otrora divertidísimas, y el famoso y ruidoso Arca de Noé han dejado paso a los enchufes, los mandos a distancia y los teléfonos móviles, que maneja a su antojo so pena de que alguno acabe como el rosario de la Aurora (los enchufes están protegidos, no os alarméis).

Por lo demás, sigue teniendo una bonita afición, que es vomitar la merienda o cena cuando está sola con papá (mamamá para los amigos) y cuando éste está rozando el agotamiento físico y mental. Le encanta ver la cara de desesperación que cruza su rostro cuando ve, después de una hora cucharada va cucharada viene, todo el esfuerzo por los suelos, literalmente, además de por el pelo, por la hamaca, por la ropa….

En fin, gajes del oficio, nada que un par de exabruptos no pueda solucionar. Os dejo una de sus últimas instantáneas, captada en casa de la tía Bea y en la que puede apreciarse que la danza corre por sus venas. No en vano, su padre (mamamá para los amigos) aún es recordado en los bares y pubs de la zona por su habilidad dancística.

¡¡¡Besos!!!

viernes, 27 de abril de 2012

La madurez


Bueno, regresamos a la actividad con numerosas novedades. Os dejamos en la previa a Semana Santa con los primeros pasos de Adriana y sus frecuentes cabezazos contra todo pico o saliente que se preciara. Pues bien, en este último mes la evolución ha sido frenética, tanto en lo dialéctico como en lo relativo a la movilidad.

Ya no andamos, ya corremos. Ya no balbuceamos, ya largamos discursos antológicos ininteligibles pero perfectamente argumentados y acompañados de sus correspondientes ademanes y enfatizaciones.

En el camino han quedado muchos golpes (y alguno más que caerá, y si no al tiempo) pero por suerte no ha habido que lamentar víctimas ni cicatrices, más allá de algún que otro chichón y alguna lagrimilla.

Con respecto al lenguaje, hemos adoptado un sinfín de nuevos fonemas y ya respondemos a algunas cuestiones básicas, destacando por encima de todo la expresión "anda, anda, anda" que ha interiorizado y repite constantemente, eso sí, a grito pelaó.

La pichona empieza a dejar de ser un bebé y ya es toda una niña.

lunes, 2 de abril de 2012

Psssstttt, que ya ando!

Hola a todos/as, no quiero robaros mucho tiempo, sólo informaros de que, desde hace unos días, ya se me puede calificar como persona andarina. Aún me esnafro de vez en cuando, siempre de cabeza, pero ya le voy cogiendo el truquillo. La maltrecha espalda de papá puede dar fe de ello.

Hale, mañana me llevan a Villagarcía, a seguir practicando en tierras galegas entre pulpos, berberechos, albariños y demás manjares del norte. Ya os contaremos a la vuelta.

¡Feliz Semana Santa!

jueves, 8 de marzo de 2012

Juguetes, cacharros y otras zarandajas

A veces sucede que los esfuerzos más titánicos no tienen el efecto deseado. Ocurre en ocasiones que las pequeñas cosas son mucho más valoradas que las grandes gestas. Desde hace unas semanas tengo algo abandonado este espacio, no por gusto, sino porque mis compromisos laborales me tienen absorto y embebido al cien por ciento. El objetivo, poder amasar capital para darle a la pequeña Adriana todo aquello que requiera y necesite (sin caer en caprichismos, que para eso ya están los abus y/o yayos.

Una parte considerable del salario logrado con el sudor de mi frente y a base de dejarme planas las falanges de los dedos de tanto teclear va a parar a financiar el ocio/entretenimiento didáctico/despertar de los sentidos de la pequeña criatura. Es decir, en adquirir un sinfín de juguetes, mecanismos, cacharros de todo tipo que contribuyen, según los expertos en pediatría y desarrollo psicomotriz y cognitivo, al correcto progreso de nuestro bebé.

La oferta es inabarcable: correpasillos con mil botones y lucecitas y hasta diez presintonías distintas, machaconas todas ellas e insufribles a más no poder; arcas de Noé con sonidos de animales, muy didáctico y educativo, sobre todo si pretendes enseñarle al pequeño cómo descalabrar al gato con sus figuras extraíbles; gimnasios de 3 x 3 metros que incluyen todo tipo de atracciones y posibilidades;  muñecas y muñecos de toda clase, raza, etnia y género (algunos por determinar, como Falete) que emiten un agradable repertorio de quejidos, llantos y lamentos como si los del propio ser humano a escala que juega con ellos no fueran suficiente…. Como digo, el abanico de posibilidades es enorme y, of course, requiere de un dispendio económico considerable.

Pues bien, después de que los progenitores nos volvamos locos buscando los juguetes más adecuados para nuestro retoño, después de no escatimar en gastos para estimular sus sentidos, después de consultar a los expertos más reputados de Toys "R" Us y El Corte Inglés….después de todo ello, a la niña le da por jugar todo el santo día con una pelota de plástico aplastá. Ni arcas de Noé, ni correpasillos, ni gimnasios, ni Dora la Exploradora, ni ostias en vinagre. Lo más divertido para ella es una pelota hecha un ovillo que no rueda, no vota ni hace nada. Échale huevos al asunto. El tema es tan serio que hasta duerme con ella (ver imagen) y le provoca una hilaridad brutal verla girar sobre su propio eje. Están locos estos enanos.

lunes, 20 de febrero de 2012

Correr es de cobardes (y andar también)

He decidido de 'motu proprio' que voy a retrasar un poco más eso de andar. He intentado mantenerme erguida sobre las piernas alguna que otra vez, pero es demasiado cansado y me cuesta mantener el equilibrio. Normalmente termino cayendo de culo sobre el pañal (cuando está limpio mola, pero cuando no….) o yéndome de bruces contra la mesa, así que he tomado la determinación de aplazar un tiempo los sucesivos intentos.

De momento, para no ahondar en la inquietud de mis papás, me limitaré a mantenerme de pie sujetada a alguna superficie estable y a sonreir, que sé que les mola. Si eso dentro de un tiempo me lanzaré, pero ahora he decidido que gatear es más rápido, más cómodo y mucho menos cansado. Además, así sigo los pasos de papá, que a perro no le gana nadie, según me han contado los abuelos.

¡Beso!

miércoles, 8 de febrero de 2012

Papapá, mamamá

Adriana ya habla. Bueno, eso cree ella. En las últimas semanas, mientras su padre se ha mantenido ocupado y preocupado con temas laborales, financieros y de diversa índole, ella se ha dedicado a aprovechar el tiempo para ensayar fonética y canto coral. 

De hecho, hemos perfeccionado de manera notable la pronunciación del término "agua" hasta límites insospechados, e incluso hacemos asociación directa entre el término y su significado, eso sí, referido a todo aquello que sea de naturaleza líquida.

En otro orden de cosas, seguimos incidiendo en el tema "Papá" y "Mamá". De momento, hemos hecho avances más que reseñables, aunque nos sigue costando reducirlo a dos sílabas, de forma que estamos encallados en "Papapá" y "Mamamá". Peros estamos trabajando en ello.

Lo que ya hemos logrado implementar y asimilar de forma cuasi absoluta es el cante jondo, prueba irrefutable de que muda, lo que se dice muda, no es la niña, no.

Más avances de las últimas semanas, para vuestra información. Hemos aprendido a dar besos, sin ninguna emoción, dicho sea de paso, y a dar golpecitos en la espalda de papá en plan "qué pasa colega".
Lo que de momento no hacemos, más que nada porque es muy cansado, es eso de andar. Nos conformamos con quedarnos de pie sujetadas a la mesa e ir desplazándonos por el borde de la misma tirando al suelo todo lo que se halle a nuestro alcance. Ah, tenemos un correpasillos (cortesía de los abuelos) al que de momento sólo hemos encontrado la gracia por la multitud de botones que incluye y la variedad de sonidos que emite. Pero de movernos con él, nada de nada. Seguiremos informando.


(Nota del autor: el presente artículo está redactado en plural mayestático. El abajo firmante ya sabe hablar, más o menos, y de vez en cuando camina, aunque lo justo y necesario). 

viernes, 20 de enero de 2012

Confabulaciones judeomasónicas

Es un momento duro para los padres, y no sólo por lo que supone para el bolsillo, que también. El momento de llevar a tu pequeño a la guardería tiene, como casi todo en este mundillo de la paternidad, una doble lectura.

Resulta agónico dejar a esa criatura indefensa en manos de extraños y extrañas, que a saber cómo le cambian el pañal, qué le dan de comer y cómo me la asean. Yo no me fío un pelo de sus titulaciones, sus dibujitos de colores en las paredes y sus eternas sonrisas. Seguro que esconden algún plan maquiavélico y me la hacen del Madrid.

A ello se une la mirada de tu niña cuando la dejas allí, en mitad de una docena de niños y niñas berreantes y llorones que gritan a moco tendido. Ella te mira con cara de "¿te he hecho algo en esta u otra vida para que me dejes aquí sola con estos inmaduros?" y te mantiene la mirada fija, desafiante, mientras te alejas. El sentimiento de culpa por el abandono momentáneo de tus responsabilidades es indescriptible. Y encima hay que pagar por ello, tiene bemoles la cosa.
Con el tiempo, te das cuenta de que, en realidad, las guarderías no son  esos lugares divertidos y amenos donde profesionales de la educación infantil potencian las capacidades cognitivas y psicomotrices de nuestros hijos. No no. A ti te dicen que los pequeños juegan, cantan 'Bety the cow', se disfrazan y gatean/corretean (en función de edad y nivel de espabilamiento) por sus modernísimas y homologadas instalaciones.

Pero en realidad, forman parte de un experimento a nivel mundial en estrecha colaboración con las grandes compañías farmacéuticas sin escrúpulos. Tú dejas al niño sano y te lo devuelven con 39 de fiebre. "Eso es normal durante el primer año", te dicen, e intentan disfrazarlo, con la complicidad del pediatra, que yo lo sé, de naturalidad. "Ha estado bien toda la mañana, pero justo ahora se acaba de poner malita", te sueltan, en plan "hala, menuda nochecita vas a pasar hoy ¿eh?, que lo disfrutes".

Hables con quien hables, todos te repiten el mismo argumento, como portavoces de una misma confabulación judeomasónica que intenta convencerte de que es normal que tu niña encadene en cuestión de un mes otitis, faringitis, bronquiolitis y un sinfín de 'itis' y virus de indeterminada procedencia que te garantizan horas y horas de insomnio.

Detrás de todo ello, que no os quepa la menor duda, están los responsables de Apiretal y Dalsy (espacio no patrocinado, regalo promocional por el cariño que os tengo).

En conclusión, las guarderías o escuelas infantiles son lugares tenebrosos donde te roban 350 al mes (comida y chándal espantoso incluidos) a cambio de devolverte a tu hija convertida en una menestra de virus e infecciones de diversa tipología. Luego no digáis que no os he avisado.

miércoles, 11 de enero de 2012

Una recomendación

Hoy hacemos un pequeño y ligero paréntesis para recomendar un nuevo espacio que me ha cautivado, como padre y como persona humana que se presupone que soy. Se trata de Loff.it, una web que puede parecer una página dedicada a gadgets y tendencias pero que esconde más, muchísimo más.

Por la temática que nos ocupa, son muy recomendables sus reviews dedicados al mundo de los niños, con referencias a productos únicos y exclusivos, y trayéndonos las últimas novedades sobre moda infantil, carritos o puericultura en general.

Os pongo aquí algunos ejemplos para que echéis un vistazo, sobre todo vosotros padres y madres, o los que estéis pensando en animaros a serlo. Para los que tengan superada esta fase o directamente no hayan sentido aún la llamada de la selva, en Loff.it encontraréis un sinfín de secciones con referencias a productos de lo más variopinto pero siempre con un toque especial, distinguido y ameno.

Os animo a que le dediquéis un ratillo a navegar por esta página, a leer las historias que en ella se cuentan, a embeberos de esta cultura 'loffit' que está corriendo como la pólvora, a disfrutar con cada gota de calidad que destilan sus creadores y colaboradores, y a haceros fans, muy fans, de todo lo que aquí se cuenta.

(Pinchad en la imagen para leer el artículo)






miércoles, 4 de enero de 2012

Queridos Reyes Magos

Queridos Reyes Magos:

Este año, el primero completo de mi corta existencia, he sido muy buena. Bueno, en realidad he sido un poco guindilla, pero oye, para empezar no está mal, seguro que cosas peores se han visto en otros lares.

Ha sido, en líneas generales, un buen año. He ido madurando poco a poco, desde aquellos primeros meses en los que era incapaz de abrir los ojos hasta llegar hoy en día a ponerme de pie (no sin dificultad) y a pronunciar mis primeras palabras (pocas, pero es que estoy empezando).

Me he esforzado a diario para hacer que mis sufridos padres (sobre todo mi papá, que se estresa con dos de pipas) vivan lo mejor posible esta experiencia de la paternidad. He mejorado mi capacidad de engullir para no crear problemas en las comidas, he cogido peso para aliviar los temores de mamá, he aprendido alguna coreografía al ritmo del Cantajuego (papá lo odia, a mi me encanta), he aprendido a no hacer caca cuando me quitan el pañal (lo del pis aún no lo tengo del todo perfeccionado), he empezado a jugar con mis papás en la cama por las mañanas…. Y todo ello sin perder la sonrisa, porque sí, porque soy feliz y he venido a este mundo a hacer feliz a los que me rodean.

Por todo ello, quería pediros, queridos Reyes Magos, una sola cosa para este año. Que hagáis lo posible para que mis papás, mis abuelos, mis bisabuelos, mis tíos, mis tíos-abuelos, mis primos-hermanos, mis primos segundos-hermanos, mis tíos abuelos segundos y en general toda mi familia (es que aún no me la he aprendido porque son un huevo) sigan estando a mi lado estos 366 días de 2012 y podamos seguir compartiendo momentos divertidos, entrañables y felices como los vividos en 2011. Ah, y si me traéis la Play 3 tampoco le voy a hacer ascos (¿se dice así papá?).

¡¡Besos!!