Ser padre es maravilloso. Sí. Es una experiencia única que
todo hombre debería experimentar. También. No hay nada comparable a la sensación
de tener en tus brazos por primera vez a tu vástago. Obvio.
Lo que nadie cuenta de tan maravillosa aventura es la parte
negativa. Y no, no hablo de la falta de sueño, ni de la rutina de cambiar
pañales, ni siquiera de las rabietas, los vómitos provocados, los pulsos que te
hacen despertar instintos homicidas….. No es nada de esto, porque todo esto en
general forma parte de la mágica experiencia de la paternidad.
Lo que nadie os cuenta y nadie os contará jamás, futuros
padres, es la enorme cicatriz que cada paternidad deja dentro de vosotros. Y me
explico antes de que me soltéis a los perros. Un hijo viene al mundo con un
claro cometido: llevar a cabo una contundente catarsis en las vidas de sus
progenitores que les haga resetear lo que han sido y les instale un nuevo
sistema operativo que tenga como único objetivo garantiza su bienestar y su
seguridad. Nada importa si antes has sido un apuesto adonis, un prolífico
artista, un elegante mediocentro ofensivo o simplemente un afamado cierrabares
al borde de la cirrosis. Nada importa lo que has hecho antes, lo que has
intentado ser o lo que has intentado dejar de ser. Nada importa porque ahora
eres padre, solo padre y nada más que padre.
Sé que vuestros colegas que ya han pasado por esto os dirán
que todo es cuestión de tiempo, de amoldarse, de esforzarse por retomar
amistades y rutinas pretéritas…. Mentira. Cuando llegan a sus casas, ellos
también son padres, solo padres y nada más que padres.
Leí hace poco en un blog mucho más didáctico que este (donde
va a parar) que un hijo nace con la gorra de chófer, se sube al coche de tu
vida y lo aparca en un parking, guardando la llave en su corazón, a buen
recaudo, con la promesa de devolvértela cuando tú le entregues la llave de su
propia vida.
Preciosa metáfora que ilustra a las mil maravillas lo que
esto supone, y que no es otra cosa que la anulación (espero que temporal) casi
por completo de todo lo que has intentado ser en la vida. Nada es compatible
con ser padre. O se es padre o se es abogado, o se es padre o se es periodista,
o se es padre o se es médico, o se es padre o se es crápula…. Seas lo que seas,
si eres padre, no serás nada más, por mucho que te empeñes en intentar
demostrarte a ti mismo y al resto del mundo que puedes hacerlo.
Luchamos, lucho, por intentar mantener a flote a la persona
que fui, la que me costó años y años moldear, la que me costó años y años
diseñar, pero es inútil, no tiene sentido. Soy y seré lo que Adriana y Nacho
quieran que sea, o al menos durante el tiempo que ellos quieran que sea. Después,
cuando me devuelvan la llave de mi vida, quizá sea tarde y no arranque. O quizá
simplemente necesite una revisión. Mientras tanto, no tengo otra opción que ser
padre. Y en ello estamos.