sábado, 30 de mayo de 2015

LA DECISIÓN. Fauna y Flora de los Parques Infantiles (Parte 2)

Hoy hemos decidido ir al parque. Los tres, es decir, los dos enanos delincuentes y el padre ciclotímico, porque la madre ha puesto pies en polvorones y está trabajando. Son las 10:00 de la mañana, así que vamos a ir haciendo un poco de tiempo, que es sábado y tampoco es plan de pasarnos la jornada completa de descanso entre arena y toboganes. Aprovecho un despiste de ambos, que parecen ocupados destrozando el mobiliario de la habitación, para meterme en la ducha. Los ecologistas y Árias Cañete recomiendan duchas rápidas, pero eso es porque no tienen niños, porque de lo contrario la recomendación se presupone. Es inviable regocijarse en la ducha con un niño aporreando la puerta y una niña diciendo “papá date prisa que me hago caca”.

Tras pasar por la ducha como por un túnel de lavado, toca vestir a los dos calamares. Con Adriana no hay mucho problema, salvo porque ha olvidado limpiarse el trasero después de hacer popó. La coleta ya es otro cantar, pero en fin, dicen que esta primavera-verano se llevan las asimetrías. Lo de combinar colores y tejidos tampoco es relevante para ir al parque.

Con Nacho el combate comienza de inmediato. Primero hay que perseguirle por toda la casa, después inmovilizarle y arrastrarle hasta al cambiador evitando manotazos y patadas voladoras. Una vez allí, conviene rezar al Altísimo para que en ese pañal no haya deposiciones sólidas, o de lo contrario la batalla entra en un nuevo nivel. Con el niño en posición horizontal, hay que utilizar el brazo izquierdo para sujetar piernas y brazos y evitar que se incorpore, mientras con el derecho procedes a la operación limpieza. Para que luego digan que los hombres no sabemos hacer dos cosas a la vez. Vestirle es pan comido una vez superado el cambio de pañal, sólo hay que centrarse en mantener la inmovilización con el brazo izquierdo mientras con el otro quitas body, pones body, colocas calcetines, metes camiseta, subes pantalón y abrochas zapatillas. Luego hay que peinarle e intentar que no parezca Eduardo Inda, pero aquí fracaso siempre.

Hale, listos, los dos niños están vestidos y presuntamente peinados. Papá tiene que volver a pasar por la ducha porque el esfuerzo ha derivado en transpiración, y hay que estar presentables no vaya a ser que una vez en la calle surja algún planazo imprevisto como ir al Mercadona a por potitos.

Adriana dice que qué pasa, que cuándo vamos a llegar al parque. Nacho dice que jdefrefjnkaj el coche y que adsndfsondfoine al carro. Así que recojo sus sugerencias y amables apreciaciones y salimos a la calle. Bueno, al portal, porque hemos olvidado los juguetes, el agua, las galletas, las gafa de sol, el móvil y la dignidad. Son cerca de las 12 con la tontería y yo sin comida preparada, que la madre sigue con los pies en polvorones y hasta las 14 no llega de trabajar. 

Una vez repasado el inventario y con la bolsa del niño como la mochila de Dora, vislumbramos al fin el parque, que dista unos 500 metros de casa. Huelga decir que el camino hasta el mismo es una travesía por el desierto, con Nacho intentando bajarse del carro y Adriana, que es muy suya para estas cosas, tropezando cada dos pasos y a punto de reservar noche en Urgencias. Por fin llegamos y comienza la aventura….. 

CONTINUARÁ...


jueves, 14 de mayo de 2015

FAUNA Y FLORA DE LOS PARQUES INFANTILES (PARTE 1)

Ahora que ha llegado el buen tiempo, es momento de frecuentar estos curiosos lugares en los que se dan cita toda clase de especies, que se ven en la obligación de convivir en paz y armonía en una pequeña porción de terreno. A grandes rasgos, diferenciaremos dos grandes subgrupos que se diferencian entre sí por dos características muy determinadas: su tamaño y su situación en el parque. Los niños son, por lo general, los pequeños, y tienden a ocupar la parte interior, aunque con excepciones, ya que es frecuente encontrar algún que otro enano intentando salir por patas del arenero y huir poniendo pies en polvorosa. Los padres y madres, por su parte, suelen ser más grandes, aunque no por ello más responsables, ya que la madurez en muchos casos sólo se les presupone. Suelen ocupar la zona circundante del parque, a modo de afición ultra durante un partido de fútbol. Vamos a analizarlos.

Los niños se relacionan entre sí con naturalidad, sin complejos, hablan e interactúan sin prejuicios, sin importar que su interlocutor sea blanco, negro, rojo o azul; rubio, moreno, pelirrojo o albino. Ellos se miran, se saludan y hala, ya está todo hecho, ya son amigos. Y si alguien se anda con titubeos o se revira más de la cuenta, está fuera, se convierte en un outsider. Como no tienen complejos ni prejuicios, tampoco les importa apartar a todo el que no empatice con rapidez. Es como cuando en una discoteca te acercas al grupo de las guapas e intentas entablar conversación. Con suerte tienes una oportunidad, y si no la aprovechas estás perdido. Por eso te conviene estudiar antes la situación y elegir con tiento al objetivo.
La complejidad de las relaciones sociales de los niños en los parques se resume en frases como 'quieres jugar conmigo' o 'vente conmigo al tobogán'. Un consejo, no las uséis con las madres, tienen el efecto contrario.

Los padres/madres, por su parte, socializan de forma muy distinta. Lo normal es que la comunicación se inicie con acercamientos del tipo “joé que calor hace ya” o “ya estamos aquí otra vez”. No suele ir mucho más allá de esto, salvo que aparezca la figura del abuelo/a. Entonces la conversación puede girar sobre cualquier tema, estad prevenidos.
En el caso de que dos o más padres logren conectar, el tema será necesariamente lo dura que es la vida con niños, el fútbol o lo que nos explotan nuestras mujeres y lo bien que vivíamos antes. Si en cambio el grupúsculo es de madres, la conversación puede girar sobre cualquier tema, estad prevenidos.

Por regla general, en los parques se dan varios perfiles paternos/maternos muy determinados. El progenitor temeroso de dios que se pasa la tarde persiguiendo al crío para evitar que se abra la cabeza; el padre o madre que se sienta en el banco teléfono móvil en mano y no levanta la cabeza hasta que el crío se abre la cabeza; el padre hiperpreparado que acude bien provisto de chuches para sus niños y para todos los del parque, y que por ende acaba convirtiéndose en el principal protagonista; el padre que acaba de volver de trabajar traje de chaqueta y corbata en ristre y al que le han encasquetado al niño “para que se desfogue un poco”; la madre comepipas que lo pone todo perdido; la pareja de abuelos que convierten el tobogán en una fiesta; la madre enrollada que no duda a la hora de tirarse al suelo para acompañar a los pequeños en el noble arte de echarse arena por encima…

Si os toca durante estos días frecuentar estos inventos del demonio, haceos estas preguntas:  

¿Por qué a ningún lumbreras se le ha ocurrido proyectar un parque con sombra para los padres? En dos días seréis capaces de coger un moreno parque infantil que va a ser la envidia de camioneros y taxistas.

¿Dónde están las madres buenorras que nos prometieron en series y películas? No he visto ni una en cerca de 4 años visitando parques con asiduidad.


¿Por qué te miran mal si bebes cerveza en un parque infantil? Pasarte 3 horas mirando cómo un niño se lanza una y otra vez por un tobogán y una niña hace pasteles de arena se hace bola si no se acompaña con alcohol. Pero al parecer, no está bien visto.

CONTINUARÁ...


lunes, 11 de mayo de 2015

Síntomas del embarazo en el hombre o Síndrome de la Covada

Sí sí, como os lo cuento. Resulta que los hombres también padecemos síntomas relacionados con el embarazo. Cuando creíais que vuestro único (e impagable) padecimiento era aguantarlas a ellas, resulta que a todo lo que eso conlleva (que no es poco, y lo digo, féminas, desde el más absoluto respeto al calvario hormonal que tenéis que sufrir) hay que añadir el llamado “Síndromede la Covada”. ¿A que suena a coña? Pues es real amigos míos.

Os dejo aquí un enlace a un artículo de ‘Bebés y Más’ donde lo explican mejor que yo. Por resumir, resulta que la empatía con nuestra pareja nos lleva a sufrir en nuestras carnes seis síntomas durante este “maravilloso” proceso previo al alumbramiento: ansiedad, náuseas, aumento de peso, cambios de humor, modificación del apetito sexual y dolores varios. Ahí es ná. Y atentos, que también existe la depresión postparto en hombres.

Con todo esto, a mí personalmente se me plantean varias cuestiones. ¿Somos los hombres tan sumamente calzonazos que hasta somos capaces de convertir en nuestros estos padecimientos? ¿Quién se ha preocupado o se preocupa hasta la fecha de lo mal que lo pasamos nosotros durante el embarazo (y después del parto)? ¿Para cuándo una asociación de padres afectados por los embarazos en diferido?

Vale que la mayor parte de la carga la soportan ellas, que son las que sufren en primera persona los devastadores efectos de esto del embarazo (podéis encontrar referencias a ello en cualquier blog o página de estas características).

Pero ojo, que si nos ponemos tiquismiquis y empezamos a sumar antojos, el desgaste psicológico de esos 9 meses, las preguntas trampa que amenazan tu relación del tipo “¿me ves más gorda?” o “¿sigo estando guapa?”, los síntomas descritos en el artículo, la depresión postparto masculina, la cuarentena sexual (¿son 40 meses, verdad?) etc etc etc…  igual las fuerzas se igualan un poco y resulta que en esta “apasionante” aventura de la procreación, estamos ambas partes a un nivel parecido.

Y espérate a que nazca la criatura, que entonces todo lo anterior te parecerá una nimiedad, a los hechos me remito.