lunes, 11 de julio de 2016

¿Cómo os lo explico, hijos míos?

Mis hijos se empiezan a hacer mayores. Pronto llegará el momento en el que habrá que mantener con ellos esas ineludibles conversaciones en las que un padre trata de inculcar en sus vástagos aquellos valores que considera imprescindibles en la vida. 

La educación conlleva estas cosas, casi desde el primer momento, y acarrea la pesada responsabilidad de intentar que nuestros hijos sean mejores personas, que puedan caminar por la vida con la cabeza alta y con una mochila bien cargada de principios morales y éticos. 

Me gustaría que mis hijos fueran personas respetuosas, humildes, sencillas, que tiendan la mano al de al lado cuando lo necesite, que sonrían todo lo que puedan. Quiero que mis hijos sean competitivos pero sin pisar al prójimo, que sean ambiciosos sin tener que abrirse camino a codazos. Que aprendan a ser constantes y a esforzarse en aquello que decidan emprender, pero que lo hagan desde el respeto al compañero e incluso al adversario. Quiero que mis hijos, en definitiva, sean buenas personas. 

Pero ¿cómo se lo explico? ¿Cómo les explico que deben ser humildes cuando encienden la televisión y ven a Cristiano Ronaldo triunfar? ¿Cómo les cuento que en esta vida hay que ser honrados cuando ven a Messi defraudar? ¿Cómo coño me puedo atrever a intentar que mis hijos sean buenas personas cuando en esta puta vida solo triunfan los sinvergüenzas y los cínicos? Simplemente no puedo. 

No puedo sentarme delante de mis hijos con la responsabilidad que la paternidad me asigna y condenarles a una vida de sufrimiento y de padecimiento personal y profesional a cambio de intentar hacerles mejores seres humanos en una sociedad cada vez más deshumanizada. ¿Cómo voy a hacerles eso? ¿Cómo puedo yo, simple mortal sometido desde tiempos inmemoriales al yugo de estos ‘triunfadores’, explicarles a mis hijos que deben seguir mi triste ejemplo? No puedo, pero aun así, lo haré. 

Porque yo no quiero que mis hijos sean cristianos ni messis, que derramen lágrimas sólo cuando su ego se sienta dañado sin importarles un carajo lo que tienen alrededor. ¿Cómo os explico esto, hijos míos?